
Cuando vives fuera de tu país y en el extranjero, que tus amistades y familiares te visiten y se queden en tu casa, son momentos súper esperados y deseados por muchos de nosotros. Sin embargo, esta bendición se puede convertir en una verdadera pesadilla por varias razones. Para hablar a profundidad sobre el tener visitas en casa, pero desde el lado psicológico, emocional e incluso social, quise hablar con nuestra psicoterapeuta de cabecera: Irene del Valle de Mentes en Equilibrio, especialista en estos temas.
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Contenidos en el artículo
- 0.1 Sabemos que no hay normas explícitas de sana convivencia ni para los anfitriones ni para los invitados que van a pasar unos días o una estancia determinada en nuestras casas. Pero ¿Cómo podemos planear una visita para que, tanto a los invitados como a nosotros, nos resulte una estancia sana y linda… de la que podamos sacarle provecho y disfrutar?
- 0.2 Pasemos a una fase dos, la planeación de nuestra visita fue estupenda. Pero con el paso de los días y con los claroscuros de la misma convivencia, pues se ha generado tensión y estrés durante la estancia y es que querámoslo o no, tener visitas por un par de días es increíble. Pero digamos que se vienen meses, evidentemente en este tiempo puede haber discrepancias, roces, malos y buenos días. ¿cómo salvar esta situación?
- 0.3 Visitas no deseadas, ¿Cómo evitar que te visiten personas que no quieres que te visiten, siendo educado? Cómo se aprende a decir que no. Que el mexicano es para eso es muy malo. Cómo evitar al conocido que se entera que vives en otro país y te ven como un hotel.
- 0.4 Ahora vamos con el lado B de la vida migrante. Cuando uno desea ver a sus seres queridos y como sabes que vienen poco tiempo, planeas mil actividades con ellos para disfrutarlos al máximo, pero al mismo tiempo, pues no puedes desconectar de tu realidad. ¿Cómo equilibrar este tema? Porque una cosa es que estés dedicada al 100% a ellos 10 días y otra muy distinta por 90 días.
- 0.5 Toda visita tiene su fin, aunque descansaremos y retomaremos nuestro espacio y nuestra rutina, es bastante común que sintamos un vacío o cierto malestar ¿Qué hacer en estos casos?
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Sabemos que no hay normas explícitas de sana convivencia ni para los anfitriones ni para los invitados que van a pasar unos días o una estancia determinada en nuestras casas. Pero ¿Cómo podemos planear una visita para que, tanto a los invitados como a nosotros, nos resulte una estancia sana y linda… de la que podamos sacarle provecho y disfrutar?
No hay normas universales y muchas veces son implícitas, nos comportamos como creemos que tenemos que hacerlo. El estereotipo del buen anfitrión es el que lo hace todo y le resuelve la vida a sus visitas y el estereotipo de un buen visitante es el que no causó problemas, ni incomodidades, pero bajo esa premisa, podemos dejar de lado muchas cosas sin decir, muchas necesidades sin cuidar y tener el riesgo de sentirnos incómodos.
Así como cada persona es un mundo, no hay reglas únicas, sino más bien con cada persona que nos visita necesitamos conversar nuestras expectativas, nuestros deseos, pero también nuestras posibilidades en cuanto a tiempo, energía, espacio, e incluso economía, para acordar cómo podemos recibirles. Es muy importante preguntarles a ellos que esperan de su tiempo de visita, entre más claras estén las expectativas, y más honestos seamos y permitamos que sea la otra persona, más cómodos estaremos el tiempo que compartamos.
Y ya no solo hablar de los lugares turísticos a los que se irán, sino sobre lo que cada uno espera de este encuentro. Mi sugerencia es que pregunten: ¿Cómo quieren aprovechar la visita de ese ser querido? ¿Cómo quieren utilizar el encuentro y qué necesitan hacer en el tiempo que compartan para sentirse en paz con esa persona? Una vez que lo definan, pueden comunicarlo anticipadamente.
Por ejemplo: “Oye mamá me gustaría que un día que estés aquí, nos vayamos a tomar un café juntas” u “Oye papá quiero aprovechar que vendrás, para compartirte cosas que he estado reflexionando y meditando”.
Por otro lado, de forma más logística, es importante que hablemos de las necesidades de cada persona. Por ejemplo: Es importante hablar de los ritmos, a veces queremos llenar los días con una infinidad de actividades y no es necesario y puede ser contraproducente. Es importante analizar ¿Cómo mantengo energía física y emocional para esta visita? Y también hay que preguntarle a nuestra visita ¿Qué nivel de energía traen para el viaje? ¿Si esperan algo más relajado?
Otro punto para tocar a la hora de hablar de nuestras expectativas sobre la visita, son los espacios individuales y la implicación. En cuanto al espacio no solo es importante pensar en el espacio físico en el que esa persona estará: “Si tendrá una habitación o si estará en un espacio de uso común como un sofá o la sala, sino también es importante hablar sobre el espacio mental y el personal.
Tener visitas no significa sacrificar nuestra vida. Obviamente tal vez nos reservemos para compromisos más especiales, pero es importante no sentir que sacrificamos algo que queríamos hacer. No tenemos que entretener 24/7 a nuestras visitas, porque desde ese punto de vista, terminaremos agotados e incluso podríamos terminar resentidos.
En cuanto a la implicación hay que permitirles a nuestros invitados hacer algo. A veces creemos que hacer todo, es ser un buen anfitrión, pero la gente se siente más cómoda cuando puede hacer algo y se siente útil. Así que, si se ofrecen a hacerte de desayunar o a lavar los platos de la cena, permíteles que lo hagan, las relaciones sanas y las visitas saludables se basan en un dar y recibir.
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Pasemos a una fase dos, la planeación de nuestra visita fue estupenda. Pero con el paso de los días y con los claroscuros de la misma convivencia, pues se ha generado tensión y estrés durante la estancia y es que querámoslo o no, tener visitas por un par de días es increíble. Pero digamos que se vienen meses, evidentemente en este tiempo puede haber discrepancias, roces, malos y buenos días. ¿cómo salvar esta situación?
Eso muy común Clau, al final del día la convivencia tiene sus retos y necesitamos aprender a conciliar las diferencias. Creo que aquí lo importante es si ya anticipadamente se intuye o se cree que se puede tener alguna tensión en específico, comentarla desde antes. Mucha de la gente que nos visita, la conocemos y sabemos por así decirlo de qué pie cojea, entonces lo ideal sería establecer algunas peticiones o establecer algunos límites desde antes de que lleguen. Pero sí no se esperaba esa tensión lo primero es, elegir tus batallas, es decir, pregúntate si eso que te molesta es esencial o es algo en lo que puedes ser flexible y que puedes soltar. Si puedes ser flexible es genial, pero si es un área necesaria e innegociable lo mejor es comunicarlo para que no se acumule la tensión y explote la olla exprés emocional.
Y para comunicar lo que no nos está haciendo sentir cómodos, lo primero es explicar nuestra intención, que al final del día es evitar el conflicto por ejemplo algo como “Oye aún estaremos algunos días juntos y quiero que disfrutemos y estemos cómodos y por eso quiero pedirte tal”, si iniciamos hablando desde nuestra intención, la otra persona no se lo tomará a crítica y estará más abierta a escuchar la petición y a recibir el mensaje, si yo solo suelto el hecho que me está molestando, la otra persona se puede sentir agredida o criticada y cerrarse.
Visitas no deseadas, ¿Cómo evitar que te visiten personas que no quieres que te visiten, siendo educado? Cómo se aprende a decir que no. Que el mexicano es para eso es muy malo. Cómo evitar al conocido que se entera que vives en otro país y te ven como un hotel.
Esto es algo que desgraciadamente le pasa a muchos migrantes, que gente no muy cercana, que son más conocidos que amigos, quieren viajar y aprovechar ahorrarse un hotel y les avisan que llegan, sin preguntarles si es el momento oportuno o si tienen el espacio para recibirles o si su rutina se los permite.
Aquí el gran problema es que no sabemos decir que no. Que llevamos muy mal el hecho de poner límites. Nos vemos comprometidos a decirle a todo el mundo que si. A mí la verdad me encanta tener visitas y soy de las que suelen recibir con gusto, incluso a gente que es conocida y no tan amiga, pero hay gente que le pesa mucho y están en todo su derecho de no querer.
Hay algo que me dijo mi terapeuta y que se me quedó muy grabado y creo que aplica a esta situación, siempre hay un poco de culpa que pagar o culpa con otros por priorizar tus necesidades y decirle si a lo que deseas, que en este caso sería, decir que no puedes recibirles o culpa contigo mismo, por hacer de lado tus necesidades y deseos y priorizar lo que la otra persona quiere, en este caso llegar a tu casa y la pregunta es: ¿Qué culpa estás dispuesto a pagar?
Aprendamos a decirle a la gente que lo lamentamos pero que no podemos recibirles; hay gente que vive en habitaciones o departamentos muy reducidos. No le debemos nada a nadie y tenemos que pensar que ya es lo suficientemente complejo vivir lejos, como para forzarnos a invertir nuestra energía en una visita que no nos apetece o que en ese momento no es algo que deseamos o podemos afrontar. Podríamos negarnos y explicar por qué no es el mejor momento, sugerir algunas opciones para que esa persona se hospede o hacerle algunas recomendaciones.
Ahora vamos con el lado B de la vida migrante. Cuando uno desea ver a sus seres queridos y como sabes que vienen poco tiempo, planeas mil actividades con ellos para disfrutarlos al máximo, pero al mismo tiempo, pues no puedes desconectar de tu realidad. ¿Cómo equilibrar este tema? Porque una cosa es que estés dedicada al 100% a ellos 10 días y otra muy distinta por 90 días.
Esta es una preocupación y un reto que se repite mucho en mis pacientes y es también una de las cosas que intento equilibrar y balancear cuando yo también tengo visitas. Creo que el migrante se encuentra con esa dualidad. Por un lado, querer sacarle jugo a los días, aprovechar cada segundo, pero se tiene una vida que hay que seguir, desde trabajo, estudios, relaciones, hasta cosas que parecen básicas, pero no lo son.
Por ejemplo:
Una rutina de autocuidado: hacer ejercicio, comer y dormir, etc.
Siempre le pregunto a mis pacientes, de tu rutina diaria, ¿Cuál es la cosa a la que no puedes renunciar y cuál es la actividad a la que no quieres renunciar? Es decir, tu mayor obligación y tu actividad de mayor disfrute. De esa manera se elige la obligación que hay que atender, que en su mayoría es nuestro trabajo, pero también que elijan algo que necesitan seguir haciendo. También creo que es importante integrar a nuestros seres queridos y amistades a nuestra rutina y actividades. Así por un lado, nos desconectamos de la vida que tenemos y nuestros familiares pueden entender un poco nuestro día a día en el extranjero.
Toda visita tiene su fin, aunque descansaremos y retomaremos nuestro espacio y nuestra rutina, es bastante común que sintamos un vacío o cierto malestar ¿Qué hacer en estos casos?
Al menos los primeros días es normal que sintamos cierta sensación de vacío y nostalgia. Que sintamos que se nos reactiva un poquito, como dicen aquí en España la morriña; extrañar a nuestra gente y nuestra tierra. Mis dos sugerencias es que siempre hagan un cierre. Díganle a la persona o escríbanle un mensajito haciéndole saber qué es lo que sacan de su tiempo juntos, que agradecen de su visita y la otra sugerencia es enfocarnos no en que esa persona ya no está, sino en lo que significan las visitas para nosotros como migrantes, ya que son posibilidades de compartir en otro país y de crear memorias únicas e increíbles que enriquecen nuestro vínculo en la distancia. Son grandes oportunidades de mantener nuestras relaciones y esa vida que se sigue teniendo, así que apreciemos con gratitud el regalo de tener ese tiempo y esa posibilidad.
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